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Después del robo, cualquier ruido genera miedo

Según especialistas, quienes sufrieron un atraco cambian sus hábitos de vida y pueden llegar a padecer fobias o ataques de pánico.

Importantes pérdidas materiales, la casa revuelta y cerraduras violentadas son las secuelas de menor trascendencia que deja, luego de consumado, un asalto. Hay familias que pueden reponer -en poco tiempo- los artefactos o el dinero que les robaron. Otras, posiblemente, nunca más recuperen aquello que perdieron. Lo que la mayoría jamás recobrará es la armonía con la que vivían los tiempos previos al robo, asalto o arrebato que sufrieron.
“El solo hecho de saber que entraron en tu casa y tocaron tus pertenencias, te perturba. Cualquier ruido te genera miedo. Uno camina mirando para todos lados. Temo que aparezca alguien y me robe o me agreda”, dijo Beatriz Tomas, domiciliada en avenida Mate de Luna 2.805. La semana pasada, la mujer fue víctima de un espectacular robo; los ladrones lo único que dejaron en la casa fue un ventilador de techo y un lavarropas. Los otros artefactos de la familia Tomas desaparecieron.
La mujer aseguró que cada día que pasa es peor. “Se siente una impotencia terrible; uno sabe que manosearon toda la casa y que todo está fuera de lugar. Estamos tan asustados que esto puede terminar en ataques de pánico porque todo está alterado. Ya no se puede vivir tranquilo”, agregó Tomas.
Los especialistas en salud mental explicaron que las personas que viven momentos de nervios extremos al llegar al domicilio y encontrar todo revuelto a causa de un robo o por haber estado en un asalto pueden padecer lo que se denomina estrés postraumático.
“El miedo afecta. Cuando una persona pierde seguridad en un ambiente propio como su casa, adquiere una inestabilidad importante”, detalló el psiquiatra Angel Uslenghi, profesor de la cátedra Salud Mental II de la Facultad de Medicina.

Vulnerabilidad
Por su parte, Marcela Lemaitre, jefa de la división Salud Mental del Siprosa, agregó: “las personas que viven situaciones de violencia física o mental, temen que esa situación se reitere. Entonces, presentan síntomas de ansiedad o angustia. Las señales claras se valoran después de los tres meses; lo inmediato se percibe en la vulnerabilidad en la que se sumerge la persona”.
La psicóloga Gabriela Duguech hizo hincapié en un aspecto diferente: “hay personas que, sin ser víctimas de robos, sienten un temor exagerado de abandonar sus casas. De todas formas, hay que tener en cuenta que las reacciones de cada individuo son singulares y relativas”. Uslenghi añadió que el miedo que experimentan los individuos después de los robos es irracional. “Saben que la chance de que la situación se repita es mínima, pero no pueden dominar su desesperación”, dijo.
Las personas que sufren estrés postraumático, como consecuencia de los momentos desagradables, suelen aislarse, padecer fobias, insomnio o ataques de pánico. No hay una edad promedio en la que las víctimas estén más predispuestas a sufrir estos temores. “Todo depende de la estructura sobre la que se apoya la personalidad de los individuos. Hay quienes superan con facilidad estos hechos; otros, en cambio, deben recurrir a la ayuda de profesionales”, afirmaron los especialistas.
Duguech dijo que hay que tener en cuenta la gravedad del delito. Todo depende de la violencia que se vivió o de los daños que se produjeron. “Los niños de muy temprana edad están más desprotegidos para elaborar el trauma, porque no cuentan con el uso de la palabra. El lenguaje es un elemento primordial para elaborar la defensa”, remarcó.

Repercusiones
Las alteraciones mentales que sufren los individuos repercuten, asimismo, en el bienestar físico. Según Uslenghi, el aspecto psíquico está totalmente integrado a lo biológico. “A corto o a largo plazo, un estado de angustia puede bajar las defensas y se pueden desarrollar enfermedades psicosomáticas”, remarcó.
Además, explicó que vivir con personas que padecen un problema psíquico rompe con el equilibrio y la armonía.
José Campero es un vecino de Yerba Buena. Cuando regresó de sus vacaciones, el escenario que encontró en su vivienda fue desalentador. “Cuando estamos en casa el clima que se vive es otro: todo es más tenso, y peor aún porque faltan los artefactos que usábamos a diario”, explicó. Campero agregó que en ocasiones debe cenar en restaurantes porque faltan utensilios para elaborar comida casera. “Mi señora permanece mucho tiempo en casa y es la más afectada. Vive con miedo; estamos considerando recurrir a un terapeuta. Tratamos de que los chicos no dimensionen lo que realmente pasó en su propia casa”, comentó.

Para superar el mal trago del robo, los psicólogos recomiendan “borrar cualquier rastro de culpa”, ya que las víctimas muchas veces se sienten culpables. “Si no hubiera ido por esa calle”, “si hubiera llegado a casa más pronto”, “si no hubiera ido al banco”,  son frases que se suelen repetir y que solo agravan más el estado de ansiedad.

“Lo que hay que hacer es desechar todo eso, el culpable es el atracador y no la víctima”, sentencia Cañamares. Además, para enfrentarse a estas situaciones, lo mejor, afirman los expertos, es contarlo, abrirse al entorno y hablar de lo sucedido.

Fuente: Eldagui