bannerprevenir2

La ira, un mal moderno que crece entre los argentinos

El estrés, la pérdida de calidad de vida y la incertidumbre generan cada vez más situaciones de furia y violencia.

Un ejecutivo a bordo de un flamante Audi se cruza en una ruta salteña con un destartalado auto que interrumpe su paso. Lo que aparenta ser una discusión entre dos automovilistas termina en un violento y feroz duelo. La escena que protagonizan Leonardo Sbaraglia y Walter Donado en la película Relatos salvajes lleva al extremo una de las tantas situaciones de agresión y violencia irracional que se ve en las calles. El incremento de las expresiones de ira, reflejo del clima social, ya preocupa a expertos en salud mental.

“En las grandes ciudades de América latina asistimos a un incremento de los episodios de violencia urbana, tanto armada como de palabra. Desde el punto de vista psicológico, socioeconómico y cultural se relaciona con el desempleo y la sensación de haber quedado fuera del sistema, la impotencia y la desesperanza pero también con la disminución de la calidad de vida, los tiempos acotados, las presiones y, por supuesto, el estrés que favorece la hostilidad y la irritabilidad”, señaló a PERFIL Roberto Sivak, psiquiatra y presidente del capítulo Estrés y Trauma de la Asociación Argentina de Salud Mental.

Para Daniel López Rosetti, jefe del servicio de Medicina del Estrés y Psicobiología del Hospital Central Municipal de San Isidro, “en los últimos años la ira sin lugar a dudas está exacerbada, con el agravante de que corta transversalmente todo el estrato social. Es decir que, actualmente, en sociedades como la nuestra, no es exclusiva de quien se quedó sin trabajo y no tiene dinero, ni del empresario que vive alterado por sus múltiples responsabilidades”. Sin embargo, el experto aclaró que la ira predomina en personas iracundas, ya que no todo el mundo reacciona ante un hecho social o de la vida urbana con violencia.

“La base neurobiológica del ser humano es de predominio emocional. Por eso, al igual que ocurría con nuestros antepasados que sentían temor y reaccionaban con ira frente a un predador, hoy hacemos lo mismo aunque el disparador puede ser una factura de gas cara, o la grúa que se lleva el auto”, explicó López Rosetti.

Modificar esta conductas iracundas es fundamental porque ante un episodio de violencia se incrementa entre 2,5 y tres veces el riesgo de infarto. De hecho, actualmente funcionan talleres gratuitos en los Hospitales –el Tornú y el Pirovano son pioneros– y también programas de manejo del Estrés como el Promes del Hospital de San Isidro que intentan ahondar en la problemática y brindar herramientas para lidiar mejor con la ira de cada día.

Reflexionar sobre las causas

La ira no es algo negativo sino una emoción que avisa que alguien fue más allá de los límites y que está haciendo algo que no es bueno. “Lo que sí es negativo es su expresión desmedida, que se produce porque actualmente existe una creencia generalizada de que el enojo no sólo no tiene consecuencias negativas, sino que, además, está permitido y da resultado”, explicó Graciela Díaz Lima, directora del Programa gratuito de Talleres de Reflexión del Hospital Tornú de la ciudad de Buenos Aires. Según la especialista, “pretender que una persona que no maneja sus emociones controle el enojo o la ira, se relaje y piense antes de actuar sin realizar un trabajo previo es casi imposible”, sostuvo la experta. Entonces, para empezar, el paciente debe reestablecer la comunicación con si mismo y entender cuáles son las verdaderas razones del enojo, ya que en general no se explota ante el verdadero problema. “Por el contrario, las situaciones gatillo suelen ser pavadas que no justifican la ira”, sostuvo  Díaz Lima, quien coordina el taller “Emociones a flor de piel”, un espacio de reflexión.

Fuente: Perfil