“La policía infantil se postula como una prolongación ingenua y natural de los juegos infantiles. Se sabe, una de las recreaciones favoritas de los niños consiste jugar a los policías y ladrones”.
El Jefe de Policía de Catamarca, Crio. Gral. Julio César Gutiérrez, acaba de crear la Policía Infantil (Resolución N°343), un cuerpo destinado a niños y niñas de entre 6 a 14 años. Se trata de una actividad extraescolar que competirá con los católicos boys scouts, o las ligas menores y seculares del Club Leones y las Interact del Rotary Club. La iniciativa fue publicada en el Facebook de la policía provincial y más de 400 padres ya anotaron a sus hijos. La actividad es gratuita aunque los padres deben comprar el uniforme a los niños. Su objetivo principal es “elevar el espíritu patriótico y cultural, apoyando la educación escolar y familiar a través de múltiples actividades que contemplan todos los derechos del niño y promueven su acercamiento comunitario, inculcándole valores y el respeto de las normas sociales para una armónica convivencia en sociedad”. Más aún: las prácticas “estarán relacionadas con acciones de carácter preventivo, tales como charlas, talleres sobre protección y conservación del medio ambiente, primeros auxilios, derechos y deberes del niño, drogadicción, alcoholismo, seguridad vial, etc.” “Y participación de actividades sociales dentro y fuera de la institución policial, visitas guiadas a instituciones de servicio social, entre otras actividades de carácter deportivo, artístico y recreativo”.
No se trata de una experiencia nueva. Años atrás en las provincias de Chubut, Misiones, Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, Mendoza, Neuquén, Salta, San Juan, Santa Fe y Tierra del Fuego se habían aprobado actividades similares, algunas de las cuales debieron disolverse a raíz de las polémicas que generó en la opinión pública.
Los casos de Chubut y Misiones fueron los más escandalosos. En algunas imágenes que los propios promotores compartieron por las redes sociales se podía ver cómo los instructores policiales de la provincia de Chubut hacían desfilar a más de cuarenta niños entre nueve y catorce años de edad. Incluso se pudieron ver imágenes de actos cívicos donde los niños estaban disfrazados de policías, con posturas marciales, haciendo la venia, vistiendo no sólo ropa de policía, sino usando chalecos antibalas y portando pistolas de juguetes. La “escuela infantil de policía” que funcionaba en el Casino de Suboficiales de la fuerza de la ciudad de Esquél fue un proyecto impulsado por el capellán de la policía, Adrián Mari, que entendía que se trataba de una práctica sana, que llevaba a los niños a identificarse con la moral y las buenas costumbres. Se trataba de adoctrinarlos “para que saquen al policía que tienen adentro”, explicaba entusiasta el capellán.
En la provincia de Misiones es donde la experiencia alcanzó mayor desarrollo, llegando a contar con 27 cuerpos infantiles. Esta experiencia fue creada por el comisario retirado Ricardo Esteban Zarza y, según sus dichos, se buscaba que los niños abracen “una vocación de servicio y solidaridad para proyectarse como buenos ciudadanos.”
En efecto, en vez de fichar a los hijos en un club para practicar fútbol, básquet, patines o jockey, o ir a catecismo o una murga, los padres pueden alistarlos a la policía infantil donde el juego y el ejercicio físico se confunden con la disciplina y la bajada de línea. Por supuesto que los chicos no van solos, detrás de estas experiencias están los padres organizando kermeses para comprar los trajes de policías y, sobre todo, está el imaginario autoritario con el que se identifican. Si se trata de mantener a los chicos alejados de las malas yuntas y la vida anónima de la calle, más vale agarrarlos desde chiquitos y vincularlos a otras experiencias morales. En ese sentido, las escuelas de policía infantil se postulan como una buena opción en las sociedades amenazadas por el “crimen y la droga”. Al mismo tiempo se refuerza una vieja idea que propone pensar a las policías más allá de la sociedad civil, como una gran familia y una vocación. Un paradigma que niega el estatus de ciudadano y trabajador al policía. Un policía, se tiene dicho, es un servidor público dispuesto a cuidarle la espalda al funcionario de turno del resto de la sociedad.
La policía infantil se postula como una prolongación ingenua y natural de los juegos infantiles. Se sabe, una de las recreaciones favoritas de los niños consiste jugar a los policías y ladrones. De chiquitos aprenden a asociar a los policías con los buenos y a los ladrones con los malos. Un mundo maniqueo que va preparando el terreno subjetivo para otros experimentos morales mayores. Ya lo dijo Jean Jacques Rousseau: la corrupción empieza demasiado temprano por eso recomendaba practicar la deserción escolar. Como cantaba Lucas Prodán: “No vayas a la escuela porque San Martín te espera”.
Por Esteban Rodríguez Alzueta, docente e investigador de la UNQ y la UNLP. Autor de Temor y Control. Miembro de la Campaña Nacional Contra la Violencia Institucional y del CIAJ.