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El partido del odio que se juega en las redes sociales

Días pasados un joven hincha vestido con la camiseta de Boca Juniors fue brutalmente emboscado por una patota en plena Avenida 9 De Julio, tras haber visto por TV el partido Palmeiras-Boca. Luego de conocerse el hecho, un tuit de otro hincha de Boca advertía: “Ya arrancamos la final 1 a 0 abajo. Tenemos 3 semanas para darlo vuelta”. Así, esta final histórica para la Copa Libertadores de América comenzaba a jugarse en las redes sociales. A partir de que el presidente Mauricio Macri expresara su aspiración para que el público visitante pudiera concurrir a los estadios de Boca y River, la polémica se hizo viral e interminable. Sólo en cuatro países en el mundo la población consume más redes sociales que en la Argentina. Según datos We are social, cada día, en promedio, un argentino pasa tres horas y nueve minutos en alguna de estas plataformas digitales. Argentina figura en el quinto puesto del ranking mundial de países con mayor tráfico en las redes sociales.

Según el italiano Andrea Corno (Regional Growth & Client Success de Findasense), las redes sociales han influido en la forma en que la gente se conecta con la realidad. En un país como Argentina donde el escrache y el piquete se han naturalizado, la pasión por el fútbol le agrega un condimento aún más explosivo. Esa carga emotiva por la camiseta ha servido para justificar históricamente la violencia dentro y fuera de los estadios, y ha sido el sustento de la restricción del público visitante que rige desde el año 2013.

Hoy la cuestión cobra aún mayor trascendencia ante un evento deportivo, con partidos de local y visitante a disputarse en Buenos Aires, que no volverán a repetirse. (La Conmebol resolvió que a partir de 2019 la final de la Libertadores se juegue en único partido y en estadio a designar entre las 10 federaciones que la integran). Tiempo atrás, ante una amenaza de muerte recibida vía Twitter por el presidente Macri, la ministra de seguridad de la Nación, Patricia Bullrich apuntó: “La política oficial es mantener una clara persecución penal a todos aquellos que tengan un lenguaje violento, a fin de evitar la impunidad. Avanzamos con los departamentos de cibercrimen y con las denuncias a la línea 0800 del ministerio. Cuando esto ocurre, inmediatamente judicializamos los casos y los seguimos para que no queden sin resultados”. El régimen penal establecido por la Ley n° 24.192 prevé que se aplicará a los hechos “cuando se cometan con motivo o en ocasión de un espectáculo deportivo, sea en el ámbito de concurrencia pública en que se realizare o en sus inmediaciones, antes, durante o después de él, como así también durante los traslados de las parcialidades, tanto sea hacia o desde el estadio deportivo donde el mismo se desarrolle”. Ni esta ley específica sobre los espectáculos deportivos ni el Código Penal vigente contemplan el impacto de las redes sociales en la posible comisión de delitos o incitación a cometerlos cuando de hinchas o barras de fútbol se trate.

Luego que el proyecto de ley que definía la figura de los “barrabravas” perdiera estado parlamentario, este tema parece no estar en la agenda. La gran revolución tecnológica de la última década, ha transformado a las plataformas digitales en un canal muy rápido, expansivo y propicio para ejercer influencias. El ambiente del fútbol no es la excepción.La seguridad deportiva a modo preventivo debería controlar el tráfico en las redes en razón de estos partidos que concitan una extraordinaria expectativa, con el fin de evitar vandalismos y hechos delictivos con la excusa del “amor a la camiseta”, axioma que suele usarse tanto en la victoria como en la derrota.

Peter Taylor es el juez británico a quien se le debe el puntapié inicial para erradicar a los violentos hooligans de los estadios, una vez ocurrida en 1989 la masacre en el estadio de Hillsborough, en Sheffield, Inglaterra. Consultado sobre la situación de la violencia en el fútbol argentino, Taylor nos dejó su convicción que sin decisión política para impulsar los cambios necesarios, no habrá solución. En esta instancia inédita urge que las autoridades encargadas de la seguridad deportiva dispongan de los mecanismos de alerta en las redes, dado que nunca se sabe cuándo la violencia verbal cruzará el umbral y se convertirá en violencia física. En una sociedad acostumbrada desde hace años a confrontar entre sí día por día, sólo cabe prevenir y accionar lo suficiente para que el partido del odio entre Boca y River nunca se juegue, sin importar cuál de ellos sea el campeón.

Por Daniel R Viola – Infobae