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El proyecto que le da voz a los cartoneros: “Cantar nos saca la basura del alma”

El arte como transformador.

El músico Diego Frenkel da un taller de música en la Ceamse para una cooperativa que trabaja entre toneladas de residuos. Por un rato se olvidan del entorno, disfrutan y agradecen.

Piki tiene 37 años y vive de buscar tesoros entre la basura, en una planta del relleno sanitario de José León Suárez. Viste pantalones azules de trabajo y una remera verde con un gran signo de pregunta estampado en amarillo. La respuesta surge de adentro de ella misma, en cuanto se pone a cantar. El músico Diego Frenkel tararea un fraseo rockero. Ella lo repite, empieza a improvisar y toma vuelo, con una potencia que no tiene nada que envidiarle a la de su admirado Mick Jagger.

Piki asiste a las clases de canto que Frenkel les dicta una vez por semana a los recicladores de la planta de la Cooperativa Bella Flor, que funciona en el predio del CEAMSE. El taller empezó hace un año, impulsado por la Gerencia de Cultura de la Universidad de San Martín, que le propuso al ex líder de La Portuaria que armara un proyecto en el “territorio”. Este territorio incluye a la cárcel de San Martín, donde la universidad tiene una sede, y a los asentamientos que satelitan alrededor de la valiosa montaña de basura que se forma en “la quema”. Los cirujas la revuelven en busca de comida o materiales para vender. Pueden hallar papel, cartón, vidrio, metales o, si tienen suerte, cajas intactas de alimentos. Todos descartes de un mundo de consumo que a ellos les está vedado.

Trabajo. La cooperativa recibe 1.800 toneladas de basura por día y recuperan para reciclar entre un 13% y un 15%

Trabajo. La cooperativa recibe 1.800 toneladas de basura por día y recuperan para reciclar entre un 13% y un 15%

Antes, los corría la Policía. En 2004 Diego Duarte, un chico de 15 años, murió enterrado vivo bajo los desperdicios. Su hermano, que estaba con él, contó que policías bonaerenses ordenaron que les descargaran encima el contenido de un camión de recolección. Jamás encontraron su cuerpo. La tragedia fue el disparador para que la gente se organizara. Después de varios cortes en el Camino del Buen Ayre, lograron que los autoricen a rebuscarse la vida en la montaña durante una hora por día. Y surgieron nueve cooperativas, que tienen plantas de reciclaje dentro del CEAMSE. Una es Bella Flor, integrada por 125 habitantes del asentamiento 8 de Mayo, 89 de los cuales trabajan en la planta.

Encuentro. Los alumnos y Frenkel, antes de ponerse a cantar. Foto: Guillerno Rodríguez Adami

Encuentro. Los alumnos y Frenkel, antes de ponerse a cantar. Foto: Guillerno Rodríguez Adami

“La actividad de los habitantes del barrio siempre fue el cirujeo y había que pensar cómo hacer para que no vayan más a la montaña. En la planta procesamos 1.800 toneladas de basura por día y recuperamos del 13 al 15%. Ahora por la crisis bajó el consumo y también la calidad de la basura. Todo es yerba y pañales”, dice Lorena Pastoriza, fundadora del Proyecto Comunitario 8 de Mayo y de Bella Flor. Ella le abrió la puerta a la UNSAM para que organice talleres. Hay uno de teatro, otro de narración y el de Frenkel. “La educación y el arte llegan al alma de las personas, son estímulos transformadores. Los talleres sirven para expresarse y sacar de adentro las cosas sin resolver. Y la música trajo alegría a la planta. La gente empieza a cantar y se olvida las penas”, sostiene Pastoriza.

Al taller de canto asisten unos 20 recicladores. Las clases son los miércoles y se dictan en un comedor junto al galpón donde se clasifica la basura. Guitarra en mano, Frenkel propone ejercicios vocales sin letra para cantar a coro, con elementos de música étnica, del funk, el folclore y el rock. A veces, el músico no puede escapar de su pasado, porque sus alumnos le reclaman que cante “Selva”. Y ellos cantan con él.

En la Ceamse. Nora es la coordinadora de la planta de reciclaje de residuos de la cooperativa Bella Flor. Foto: Guillermo Rodríguez Adami

En la Ceamse. Nora es la coordinadora de la planta de reciclaje de residuos de la cooperativa Bella Flor. Foto: Guillermo Rodríguez Adami

“Mi intención es ayudar a la gente a descubrir su propia voz, como una herramienta de conexión con ella misma y también de comunión con los otros -explica Frenkel-. En este caso, quiero ayudar a darles voz en todos los sentidos a quienes no la tienen en términos sociales. Y los cartoneros y los recicladores de residuos desde nuestra visión urbana siempre nos resultan seres silenciosos, casi invisibles”.

Rocío, una de las alumnas, tiene el espíritu de la música negra metido en el cuerpo. Cuando le toca improvisar, baila y entrega melodías intensas, como si fuera una solista de gospel. Mientras, Alicia saca de sí misma una voz dulce, serena y cristalina.

“Los compañeros vienen con muchos problemas. Mujeres que sufren violencia o que no pueden sacar a sus chicos de la droga. Cantar nos saca la basura del alma”, sostiene Nora Rodríguez, la coordinadora de la planta. Y cuenta que antes trabajaban en silencio, pero ahora suelen cantar todos juntos mientras revisan los residuos.

Para José Luis Gallego, coordinador de actividades en el territorio de la UNSAM, el arte es una vía para reparar el tejido social desgarrado. “El arte une. Y repara, porque conecta con la individualidad de cada uno. Además, cada participante de los talleres es un multiplicador”, asegura.

Nico, de 18 años, es un chico tan tímido como afinado. Pero esta vez la voz le sale rasposa. Él dice que es porque tomó muchas cosas frías. “Nico tiene un don -dice Frenkel-. Tiene oído y reproduce todas las notas que escucha. Pero tiene que cuidarse la voz. Cuidate. Cuídenlo”, arenga. “Yo nunca había cantado y acá descubrí que me gusta -cuenta el chico más tarde-. No me da vergüenza y me gustaría ser cantante profesional”.

“El hecho fundamental es usar al arte como poder transformador personal y social -dice Frenkel-. Desde lo espiritual, lo creativo, lo anímico y desde la conciencia de sí mismo. Desde la idea de tener voz cuando aparentemente no se la tiene y desde la posibilidad de ver que hay otros mundos laborales”.

Piki vive con su mamá y con un hermano que sufre problemas psiquiátricos. Nunca imaginó que ella tenía talento musical. “Cantaba en la ducha, bailaba como Michael Jackson -cuenta-. Y siempre fui muy stone. Participar en el taller me ayuda a sacar afuera la tensión de la vida cotidiana”.

Aunque sus alumnos no lo saben, Frenkel tiene un plan: “Estoy proyectando armar una obra con ellos, que va a llevar un tiempo largo de trabajo. Va a ser una performance musical, con danza y teatro. Ahora estoy en el período de ayudar a que cada uno pula su diamante. Algunos lo tienen más resguardado y otros más a la vista. Pero todos tienen una voluntad de trabajo grande y deseos de progresar”.

Fuente: Clarin