Un axioma del Derecho reza: “Quien puede lo más, puede lo menos”. A contrario sensu podríamos interpretar: “Quien no puede lo menos, menos podrá lo más”. Esto nos está sucediendo como sociedad en seguridad pública. En un contexto de cada vez mayor delincuencia, nos encontramos que a las instituciones encargadas de encarar ese flagelo cada vez se les pone más trabas y condicionamientos para actuar.
En el caso de la Policía es palpable y se observa en números como el de detenidos o las intervenciones diarias, estadísticas que han disminuido estrepitosamente. Desde el Gobierno y la conducción de la fuerza podrían tratar de tapar o maquillar la explicación de este fenómeno, pero quienes podemos hablar sin tapujos con algún policía sabemos que esto obedece a la falta de respaldo y el temor de que cualquier accionar pueda significar una imputación o como mínimo una sanción administrativa. Quien hace corre riesgos y mientras menos se haga, el riesgo disminuye. Esto que parece de una simpleza bruta tiene consecuencias más graves para la sociedad.
Ningún espacio está libre, todo se ocupa. Ese espacio que las instituciones van dejando libre va siendo ocupado por la delincuencia, por el desorden, por la anomia, en definitiva… por la ley de la selva. Es posible graficarlo con un hecho de hace poco en nuestra Córdoba, la muerte violenta de una mujer a manos de una familia de inadaptados por un simple conflicto vecinal por música alta. ¿Qué hubiera pasado si las instituciones se hubieran impuesto cuando era una simple queja? Un jefe policial ante un conflicto de índole parecida me supo decir “no estamos para eso”. Pero cuando el llamado fue para ir a levantar un cuerpo producto de ese conflicto tuve la lamentable oportunidad de decirle: “Parece que ahora estamos para eso” solo que con consecuencias irreparables, con un sistema de seguridad y Justicia ocupándose de algo que podrían haber resuelto antes.
Para tanto político que repite palabras sin haber estudiado su significado, de eso se trataba la famosa tolerancia cero (“la teoría de la ventana rota”). Ocuparse de lo mínimo para que no avance y ya sea difícil de solucionar. Pero nuestras instituciones por designio político han hecho lo contrario. Si la Policía no tiene capacidad, autoridad ni voluntad para resolver conflictos menores, ¿cómo va resolver los más complejos? Podrá resolver homicidios pero no va poder evitarlos; podrá encarcelar ladrones, pero no va saber prevenir sus delitos. Todo es producto de un fenómeno anómico que nos va devorando como sociedad. Y cuando los espacios estén llenos de anomia poner orden será más difícil y por el efecto pendular de algunos procesos sociales la solución seguro vendrá con excesos.
El Estado debe volver a ver las cosas chicas y empezar a promover el orden social que lleva al progreso, y tal vez así volvamos a poder lo más, sino simplemente estamos condenados de antemano.
Fuente: Clarin por Esteban Luis Gonzalez
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