Continuamos con el séptimo principio de la serie.
Hoy: Deber de Diligencia.
Muchas veces hemos escuchado esta palabra en referencia a expresiones como “actuar con diligencia”, “ser diligente con las responsabilidades asumidas”, “debida diligencia”, etc. ¿Qué significa “ser diligente”?
La diligencia es la virtud cardinal con la que se combate la pereza. La diligencia, en sentido más alto, es el esmero y el cuidado en ejecutar algo. Una prontitud de hacer algo con gran agilidad tanto interior como exterior. Como toda virtud se trabaja, verdaderamente, poniéndola en práctica. La actitud diligente implica necesariamente un compromiso sincero, y como tal, abre las puertas para que el esmero y esfuerzo no disminuyan hasta cumplir con lo propuesto (con uno mismo, con los demás, con una prestación particular, etc.)
La diligencia en el trabajo consiste, en síntesis, en ejecutar las tareas con el mismo interés que suele ponerse en los asuntos propios de cada uno, poniendo toda la atención, preocupación y dedicación adecuada a la tarea a realizar, inclusive ayudando a compañeros de trabajo en tareas que no le sean propias en la medida que sea útil para un buen funcionamiento de la empresa.